sábado, 21 de junio de 2008

88-08

No había querido escribir...
Andaba con trauma por mi cumpleaños,
ahora que ya pasó,
puedo hilar cosas.

20 años.

Suena caleeeta,
diescinueve no era tanto,
(sé que lo que escribí es una hueá hueona y sicológica,
un año son 365 días aquí y en China)

Y llego a los veinte
mas perdía que nunca,
quizás es porque este es
más o menos el tiempo en la vida
en que por primera vez te day cuenta
que tu vida es tuya,
y que el día de mañana
tení que verla por ti...
y la estoy viendo.

Pero no necesariamente
tiene que ver con madurar o ponerse grave,
estoy más irresponsable y viciosa que nunca...
Sólo tiene que ver con números.
Siempre los he odiado
y obvio que no es la excepción;

¿Cuántos años quedan de U?,
¿Cuántos años después te sigue penando el crédito',
¿Y si me cambio de carrera?,
¿Cuántos años "pierdo"?,
¿Y si congelo?,
¿Y si saco otra cosa?
¿Y si trabajo mejor?
¿Y en cuantos años pensay irte de esta casa mujer?...
Y a que edad quiero tener hijos...
Lo siento,
pero lo pienso y todo junto ma' encima,
aunque no quiera
y me llenen de palabras de relajo
y de todo a su tiempo,
lo pienso, mucho.

Y después de toda esa diarrea mental,
siempre viene la misma idea...
Comprar una vaca y unas gallinas y virar a la punta'el cerro.


...



Creo que por primera vez intento planear algo
no simplemente vivir como hasta hoy,
aunque no es malo vivir viviendo, para nada,
¡Lo extrañaré!
pero también sé que así no rinde.

Aparte de perdida en la vida,
ando tranquila,
ando contenta,
ando amada,
ando acompañada,
ando con veinte inviernos vividos,
pa' bien o pa' mal,
pero super vividos.

domingo, 8 de junio de 2008

A-paño

Viajábamos en metro,
y le propongo pasarnos de largo a propósito
para mirar las panorámicas de la línea 4,
ruta poco habitual para mi y con tramos sobre tierra que me gusta ver,
solo por el placer de sentir que viajo porque quiero,
había por fin sol después de tantas lluvias,
teníamos un poco de tiempo disponible
y me acompañaba el hombre maravilloso que tengo,
que me sigue siempre y me dijo que si...

Íbamos por el simple placer de
querer, poder y hacerlo,
no pensando en llegar a alguna parte...

Miraba por la ventana como cabra chica,
el cielo estaba despejado y azul,
me volví a maravillar con las nubes que hacían formas,
con sus sombras sobre los cerros,
con los cerros que nacen en la mitad de la ciudad
(no asumiendo que es al revés),
con el escaso calor que se consigue en invierno,
con el olor a día húmedo y soleado,
de dieciocho grados celsius.

Nos reíamos, mirábamos,
nos mirábamos, kambiabamos de andén,
seguíamos una estación más, o tres,
o las que quisiéramos,
y nos volvíamos a reír.

Hay ocasiones en que siento que no necesito nada más en la vida,
que me podría morir ahí mismo,
ese era uno de aquellos momentos.

Cuando ya nos devolvíamos
de andar jugando en metro un buen rato,
en el último carro que nos subimos quedamos de pie,
lo abrazó aún con las sensaciones en la piel
y una sonrisa que me cruzaba la cara...

Frente a mi quedó una fila de unas cinco personas sentadas
y una mujer me llamó la atención,
estaba demasiado quieta,
la miré con mas atención y
me di cuenta que estaba completamente hundida y perdida
en sus pensamientos evidentemente tristes,
las lágrimas salían de esas dos pelotas rojas que tenía por ojos,
le corrían por su cara sin ninguna preocupación...

Pensé;
que pena más grande debe ser
para que no importe estar con tanta gente alrededor...

Me respondí a mi misma;
al final es como estar sola,
nadie aquí la conoce ni nosotros a ella...
hoy yo estoy feliz,
pero cuantas veces he estado yo así mismo,
sintiéndome sola entre tanta gente
y con tanta pena...

No pude evitar acompañarla en su llanto.


...


Mientras trataba de no llorar más,
para poder explicarle a mi compañero de viaje
que era lo que me pasaba,
pensé que
si toda la gente que estaba allí
pudiera sentir la misma empatía que sentí yo por ella,
la sentiría alguien por mi al verme así,
y así se formaría una cadena de gente llorona,
y levante la cabeza para ver a todas esas personas
y me encontré con lo obvio,
miraban hacia cualquier parte,
ignorando a la mujer de abrigo y ojos rojos,
metidos en sus propios problemas...

Y lo vi tan lejano
que más pena me dió.


El odio y la risa son muy contagiosos...
La pena parece que no tanto...
Y no produce ronchas ni picazón, por si acaso.