domingo, 31 de enero de 2010
Carta de María Antonieta a Rodrigo Junio
sábado, 30 de enero de 2010
Escribible dices
Escríbeme en los brazos tu nombre,
para que sepan ya todos los hombres,
de donde viene la luz que alumbre,
y no venga aquí nadie con hambre.
Escríbeme en las piernas dos versos,
pa' que no intenten rimar con otros,
que no amanezcan de ti y esos,
dejen claro que tengo un nosotros.
Escríbeme en el vientre te quiero,
no importa cuan grande o pequeño,
pues no lo luciré, es que prefiero,
anotar un también, caer del sueño.
Escríbeme en la espalda tus faltas,
verás que mortal y sin blancas alas,
se borraron otras letras escritas,
no las vi, ponlas ya pa' olvidarlas.
jueves, 28 de enero de 2010
Mosqueando
En la mañana se paró sobre una tarta de frambuesa casera. La miraba con sus más de ocho mil ojos, y a através de todos se veía apetitosa. Caminó con sus seis patas por la masita, las frutas y el azúcar flor. Se saboreaba patudamente satisfecha mientras contaminaba la delicia sin culpa alguna. Cuando la descubrieron, la echaron a pañoletazos hacia la puerta. El banquete no era para ella. Nunca lo era. Ya en el patio, fue a dar a un mojón de perro sano, aún blando y calentito. Se quedó allí un buen rato. Luego voló hacia atrás, como sólo ellas pueden, y se estacionó dentro de una bolsa llena de papel higiénico usadísimo. No le hace asco a la caca, lo sabemos. Las mosquitas muertas son otras. En la tarde, aburrida del hedor o qué sé yo, entró por una ventana de cortinas celestes. De un sólo cojinazo del mismo color la aturdieron casi de inmediato. Convaleció durante una hora y media con un tsetseo tartamudo entre la ventana y la cortina. En la noche murió y nadie suspiró por ello. Tuvo una vida como la de cualquier humano, de esos que andan de pasada, sin esfuerzo ni razón de ser. Esos que andan puro mosqueando. Esos bien como la mierda.
martes, 26 de enero de 2010
domingo, 24 de enero de 2010
Bonita
Mientras meaba parada achuntándole al desagüe, pensaba lo mismo de todos los días. Que cómodo que sería haber nacido hombre. Porque ese lujo sólo podía dárselo en la ducha y casi como placer culpable. Si fuera hombre tampoco tendría que depilarse las axilas. Se las miraba, ya le empezaban a pinchar un poco. En las piernas el vello le crecía poco y rubio, así que eso al menos no era problema. Llenaba con jabón de glicerina la esponja y se la frotaba en círculos con fuerza como si por fricción fuera a desaparacer la grasa bien merecida pero no alarmante que le sobraba en el abdomen y bajo las caderas. Al menos soltaba un poco el enojo consigo misma que le inundaba por dentro mientras el agua por fuera. La madurez, cada quien sabrá, pero lo cierto es que los años no pasan en vano por las células y el metabolismo no era el mismo. Cada grasita que disfrutaba comer parecía que era almacenada desde ya para cuando no tuviera muelas para comerlas. Sin embargo las piernas y los brazos eran firmes. Llevar adelante una casa es trabajo arduo, digan lo que digan. Era cosa de verla trapeando ese corredizo que con tanto esfuerzo logró tener y que terminó odiando.O por las noches las dos horas clavadas cargando a la maña con patas que tenía por nieto. Nadie dudaría que esas extremidades no tenían nada que envidiarle a un deportista de los capos. Pero ella no corre, y no lo haría ni aunque la persiguiera una estampida. Menos mal que no suelen haber en la ciudad. Y la razón era; sus pechos. El gran tamaño que en una época le favoreció tanto entre los varones, hoy no hacían más que incomodarle. Ya no lucían apretables, más bien parecía que imploraban ayuda. Daban ganas de sujetárselos de alguna forma que pudiera caminar erguida. Con cuarenta y seis años más cerca del final, sólo el cabello seguía siendo el mismo. Increíblemente aún ni uno solo enblanquecía. Jamás se ha teñido y no lo hará tampoco. Las grandes ondas castañas que, dependiendo del sol, lucían más o menos rojizas, le habían dado siempre un sello muy personal. Se resfregaba el champú con fuerza. Pocas cosas le molestaban tanto como quedar con el pelo mal lavado, que hoy por hoy, venía siendo lo poco que le hacía sentirse a ratos bonita. La reciente menopausia había causado estragos en su percepción sobre si misma y su ánimo. En sus peores días no se soportaba y sólo entonces bebía una copa de vino tinto. Algo la dopaba. Lo suficiente para dormir unas horas sin culpa. Si fuera hombre me metería a un sucucho y bebería más de una copa y con menos culpa, resongaba para sí. Despertaba un poco atropellada, pero con esa extraña paz de haber hecho algo por la suya. Se pasaba la piedra pome por los talones queriendo de nuevo ser hombre. Ellos no tienen que usar tacos, son pachachos y punto. Trabaja como funcionaria en la municipalidad de Nuñoa hace veinticinco años. Un cuarto de siglo caminando a seis centímetros del suelo. Las venitas azules que explotan en várices eran las más afectadas. Qué remedio, no la despedirán hasta que jubile. Con la indemnización que le corresponde pagarían estampillas hasta el otro siglo. Y si fuera hombre le estarían pagando lo mismo que a Julián. Desgraciados, pensaba. Termina la ducha con un chorro de agua fría como para salir del ensueño de lo que no es y volver a ser. Se enrolla una toalla en el pelo y la otra en ella. Con cuidado un pie afuera y luego el otro. Quita el vapor del espejo con su mano derecha, con la izquierda afirma el camburucho en el pelo. Se mira resignada, pensando en el ritual que viene. Si fuera hombre ya estaría lista. Pero no es poh. Crema, corrector de ojeras, encrespador, rimel, pinzas, peineta, fijador, secador, rubor y delineador. No usa labial. Los labios ya no son tersos y destacarlos sería una torpeza. La pretensión de una mujer se la lleva la tumba o el marido. Y marido nunca hubo. Ya emperifollada y con la piel empezando a enfriarse, camina rápido a su habitación. Sobre la cama todo previamente alistado. Llegar y poner. Sostén gigante. Inevitablemente el broche queda a la altura de los omoplatos. Si fuera hombre no tendría que usar sostenes. No tendría senos. La envidia la consume un poco. Blusa, chaleco, falda, medias, tacos. La cartera con todo lo necesario e innecesario para ojalá no depender de nadie. La última mirada al espejo. Está todo en orden. Dentro de lo esperado, claro. Cerrar, apagar, cortar, desenchufar. Repasar; cerrar, apagar, cortar, desenchufar. En el momento que abre la puerta, lista o no, se asume al mundo, a su vida y al día que empieza. No hay espacio para dudar, mucho menos temer, y a estas alturas de su vida ¿temerla a qué? Los años los lleva encima, pero como una gran insignia de plumavit. No puede ocultarlos, pero aún goza de buena salud dentro de todo. Está en el punto en que la experiencia es terreno ganado sin pagar mucho por ello, aún. Mientras cierra la reja del antejardín de violetas y rayitos de sol, escucha el sigiloso andar de una bicicleta que se acerca hacia su vereda. Ayayay, qué tenga un lindo día, bonita. Sonríe sinceramente sorprendida. Años sin recibir un piropo. Recordó en el calor de sus mejillas que el bochorno no es sólo hipertensión. Caminó firme en sus tacones, y durante el resto de martes, no volvió a pensar en si fuera hombre.
jueves, 21 de enero de 2010
Soneto I
Las tormentas le vienen y encima,
su barco retrocede a madera.
En medio del todo y nada grita,
le oigo no llamar a mi ladera.
Ciego de caos la sed abrasiva,
miente agua dulce hasta la vera.
No beba que la sal no es salida,
levante con fe la vista siquiera.
Detrás de esa loma hay un lago,
de aguas naranjas que ya conoce,
aquella vez que exclamó - Naufrago.
Aquí no temió muerte sino goce,
ahora triste bébame un trago,
le sabré más a vida que entonces.
martes, 19 de enero de 2010
Ley
(modo en toda su acepción),
Todo
(también en su máximo),
Pasa
(de quedar atrás).
Y es que claro,
Todo se Transforma,
pero a uno se le suele olvidar
cuando cambia a desfavor propio
y el pesar lo vaticinamos inminente.
Deberíamos usar la memoria
en labores más útiles
que fechas y nombres,
que rencores y melancolías,
que datos y enciclopedias.
Deberíamos en cambio,
recordar de vez en cuando,
el pasar que ha pasado,
el sufrir que apaciguó,
el llanto que secó,
la angustia que abandonó,
la ira que empalideció.
Y si hoy no ha pasado,
y aún es presente,
pensar entonces,
que también pasará;
inexorablemente,
inevitablemente,
y para bien propio,
inolvidablamente.
De toda alma se los grito.
domingo, 17 de enero de 2010
Las aceitunas son ricas para quien le gustan.
viernes, 15 de enero de 2010
Dios me libre
saluda en el espejo a tu peor enemigo"
Padre Santo, oh buen Dios,
Te damos gracias por estar reunidos una vez más
En tu presencia sin novedad que lamentar.
Piloto automático,
Volá,
Amigo cruzó,
Obvio crucé,
Rojo,
Auto,
Topón,
Volé. De verdad.
Suelo,
Mierda,
La pierna,
No se mueve…
No, pera…
Ahí sí.
Libré.
Te damos gracias Padre Santo
Por todas las bendiciones, por protegernos
Del enemigo, siendo tus hijos,
Nosotros tus fieles corderos.
Horas;
De la cebada
A la caña de azúcar,
De las uvas negras
A las verdes.
Aire,
A negro,
Suelo,
Temblores,
Inconciencia,
Casi coma,
Casi era,
Reviví.
Libré.
Gracias te damos por estos alimentos, por la salud.
Perdona nuestros pecados buen Dios
Y ayúdanos a ser mejores cristianos cada día.
Cinco aeme,
Ciega de ron,
Me voy sola,
Que tanto,
Tozuda.
Flayte;
Pasa la hueá,
¡Qué pasa la hueá!,
Va, tirón,
Pa' allá,
Pa' acá,
Corazón grande,
Un extra,
Se corta la tira,
Corrió.
Libré.
Gracias también te damos por que cada miembro de esta familia
Ha sabido llegar a tus caminos, sirviéndote y honrándote Señor.
Estamos bajo tu promesa oh Dios, a tu lado nada nos faltará.
Alameda,
Todo menos sana,
Sola y con una idea fija.
Vaya mezcla.
Sombra,
Tipo en la oreja,
Camina. Vo’ te vení conmigo.
Imperturbable,
Aliento en mejilla,
Hecha roca.
¡Micro!
Chofer,
Buenas noches,
era.
Libré.
Como cada reunión te pedimos Padre
por nuestra nieta, sobrina y prima señor,
Guíala para que un día también llegue a tus caminos.
Bendícela y protégela Padre, donde quiera que esté.
Te rogamos por su alma.
domingo, 10 de enero de 2010
Rebelión III
Estimadísimo Poeta:
Esta es mi última carta, como musa de papel.
Frente a mi oportuna decisión de desaparecer de su vida escupida en la carta anterior, ocurrió la revelación completa de todas sus frases a medio terminar; mi presencia era más necesaria de lo que imaginó y de lo que imaginé.
Ni con las cejas, pero si muy gris corté la comunicación. Le confieso que en mi ausencia de usted intenté ausentarlo de mi, Dios sabe que quise, pero en el existir más sensible esperaba que mi lejanía podría hacerle reaccionar. Y sí, encontró una manera. Su llamada de auxilio en medio del mar no pude más que contestarla y aceptarle nuevamente en mi puerto. Sus argumentos eran escasos, pero válidos y la añoranza por volver era mutua, urgente.
Así, la larga espera de más de tres lunas cobró sentido. Sólo unos días bastaron para que la situación de drama terminara. Se ha comportado al fin valiente. Ya no está usted ligado a ese amor que venía en coma y ha decidido arriesgarse a nacer aquí, punto aparte.
Nada más que gracias puedo darle por permitirme entrar en su vida y por no salir de la mía. Nuestras esencias de Mercurio juntas resplandecen más fuerte, ¿lo nota?. Las horas se nos van admirándonos del nosotros. Pesimistas y perdidos, de pronto nos hayamos esperanzados y encaminados, escribiendo en verso una historia con olor a madrugada.
Si bien ninguno logra entender bien lo que sucede, creo hablar por los dos al decir que no tiene comparación a algo vivido. En mi caso sí a lo soñado. Sabemos que es fuerte, pero no trataré de explicarlo o denominarlo, al menos no en esta carta. Al parecer la sobredosis de inspiración bloquea, aún no puedo ni siquiera describir conforme. Y sé que usted tampoco, sus poemas apuntan a lo insólito. Metáforas sublimes podrán hacerlo en algunos días quizás. Pero esta vez no hay prisa... Y es inquietantemente tranquilizador decirlo.
Sólo le sugiero dejar de interrumpir mis caricias preguntándome quién soy con esa cara de incredulidad y asombro. Soy legítimamente todas esas que ha conocido y no hay truco. Usted mejor que nadie debería comprenderlo, también es muchos en uno, y yo los quiero sin chistar a todos. Dejemos el miedo que confesamos tener de o construimos o nos destruimos. Yo preferiría confiar en lo primero y que lo segundo lo haga el cigarrillo.
Sentada en su cama de verdad,
jueves, 7 de enero de 2010
Vaso con hoyo
Truth on the Rocks – M. Benedetti.
Y ni siquiera sé porqué bebo.
¡Pero tampoco sé porqué existo!
Bebo rápido y segura.
Compenso,
A sabiendas,
Todo se volverá lento.
El borde es difuso,
Se aleja, avanzo.
Cuando lo pierdo,
Aparece atrás.
Siempre es lo mismo;
El olvido.
Entremedio un nunca más,
Pero
siempre es lo mismo;
El olvido.
La presión de vivir
Conciente de hacerlo,
Enloquece a los locos,
La redundancia aterra.
Permiso, voy y vuelvo.
¡Adonde me fui!
La que respira ahí miente;
¡Dice verdades,
Que yo no diría!
Se relaja.
Se justifica.
Descarta los quizás,
Todo es,
Absoluto por liviano.
Y se pone tan mujer,
María debería llamarse
Si nace de nuevo.
Pero eso no sucede;
Nace muerta,
Nadie la llama.
El sol ilumina la noche.
La usurpación
Deja ruinas,
Y desazón;
Como sobrevivir,
Al suicidio más torpe.
lunes, 4 de enero de 2010
Ironía de noche buena
Las arrugas me cuajan las mejillas.
Envejecí.
Crecer es distinto,
Lo noto. Sigo necesitando
de la misma manera;
Urgentemente,
desordenadamente.
Lo más concreto en este hogar
Es que estoy moribunda y mareada;
De no comer y sí beber,
De no dormir y sí morir.
Empezó así:
Huyendo sin destino conocido sonreía,
hasta que se clavó en las comisuras
esa que uno conoce
incluso cuando cree mentiras.
Me lancé al agua
en un intento de escapar
al hecho de que volar
siempre se vuelve complejo
cuando intento aterrizar.
(Lo escribo en singular
Sólo para no importunarlo.
Debo dejar de darle paseos
sin su consentimiento)
Le conté a un extraño
todo lo importante
porque no le importaba,
la realidad prismática
me permitía declarar libre.
El resto lucía bonito,
viviendo y bien vivos,
dándome alcohol
que tuve que beber.
No había algodón
para curarlas por fuera.
Son tantas hoy.
Pasó la tarde.
Terminó sentada
al lado de la ventana.
La cara se deshizo
de pura soledad,
de la más pura.
¡Y era sólo el principio!
Aunque lo cierto es que,
cuando uno se pierde,
siempre lo es.
Escondida,
absolutamente ajena
a todo lo que
por antonomasia
supone ser mío.
Y ese es el punto,
que no es mío
nada más que esta tilde
que viene aquí.
Entraba la noche
sin luna,
pero llena
de no hay, no está y no hubo.
De improviso un sí.
¡Fui descubierta rompiendo
las tradiciones familiares!
Las esparcí por toda la habitación.
La paradoja era que
mientras me estrangulabas por ello
te burlabas de que yo
piense que son “familiares”.
Nos encontrábamos
tormentosamente de acuerdo
en entender que nosotras
jamás lo haremos.
Me tiraste un vaso de agua.
Sin agua.
Cuando notaste que prefiero la sed y el golpe,
ciega de orgullo, te diste todos los permisos.
¿Envenenarme a mí?
Veremos. Mátate sola.
Me arrojaste calendarios empapados
de tinta roja que acusaban mis faltas.
Más grave,
acusaron rencor.
No es que me haga,
¡es que estoy!
Siento real,
igual que tú.
Y se te nota.
No me vuelvas a besar.
Me cierras las puertas
suplicando que las abra.
No toco. Toca crecer
en el auténtico equilibrio
de lo que supongo ser.
Tan poquito hizo la sangre
que sólo alcanzó pa’ dividir.
Y es que si no tira, empuja.
sin importar la ocasión,
como justamente hoy,
ni el niño Dios nos salvó.
Me retiro.
Para que un grito exista se necesitan dos.
Medio sorda salté,
ingenua de todo por opción.
Como si fuera poco,
tuve que caminar por el paraíso
siendo una recién condenada.
Gracias a esta otra mujer
amistad connotó auxilio.
Tan parecidas tenemos
las cicatrices del tiempo preciosa.
Viajámos por horas errantes,
nos sobraban los porqués.
A pesar del placer de moverse,
el presente caótico seguía fijo.
Parpadeaba,
junto con la lucidez dolorosa
de la caña de azúcar.
Aturdida agradecí conocer
parajes nuevos que opacaban
sumisamente mi presencia.
Humilde los visité.
Si la crisis es bendición,
adjudico a esta mecánica
la pasantía,
aparentemente desafortunada,
por tierras ajenas,
a las que sin duda,
tendré que volver.
En una curva me encontré
con un bandejón.
La ciclovía estaba interrumpida
por un árbol Matusalén.
Siendo aparentemente nuevo para mí
me senté en la cuneta.
Le miré bien y recordé
que en mi calle
también hay una así...
Y me fui de allí por eso.
Empatía breve,
le regalé un poema y me fui.
También.
La naturaleza es
primitiva y superior
a todo lo que se construya.
Lo pensaba real
y así me terminé de asumir
como error en tu vida.
En un esfuerzo innecesario
de volver a viajar,
dormí botellas,
soñé vidrios.
No los repudio,
pero por algo se rompen.
Buscando calma llegué a él.
¿Qué tiene que voy?
El polvo se adhiere
una y otra vez,
pero el rubí siempre,
siempre está rojo.
Eramos dos huérfanos.
Tiernamente me regalaba
las fuerza que tampoco tiene
para resistir la condenada locura.
Mentía esperanzas para mí,
yo le agradecía con compañía.
Nos fuimos del planeta
Y llegamos a Madrugadas.
Tan nuestro lugar.
La felicidad es con él,
Pero sólo en su compañía,
Escurridiza, única.
Embobada de alegría
que nada tenía que ver
con vivir,
saturada de sucesos,
sombras y giros,
volví al cuarto día.
Corroboré que
lo más concreto en este hogar
es que estoy moribunda y mareada.
sábado, 2 de enero de 2010
Poema sin fin
Nuevo comienzo, espero la una,
una vez lo mismo miramos,
miramos si había alguna,
alguna razón hallamos.
Hallamos más allá de los ojos,
ojos con cercas que tienes,
tienes allí mis despojos,
despojos aquí si no vienes.
Vienes, color sobre negro,
Negro tú, yo Celeste,
celeste volviste el cielo,
cielo, estás al noreste.
Noreste más luna es un mes,
mes más mes es verde,
verde esperanza que estés,
estés luego y no tarde.
Tarde, aún así no falto,
falto de apuro es bueno,
bueno de ancho y de alto,
alto no pongas de nuevo.