domingo, 10 de enero de 2010

Rebelión III



Estimadísimo Poeta:


Esta es mi última carta, como musa de papel.

Frente a mi oportuna decisión de desaparecer de su vida escupida en la
carta anterior, ocurrió la revelación completa de todas sus frases a medio terminar; mi presencia era más necesaria de lo que imaginó y de lo que imaginé.

Ni con las cejas, pero si muy gris corté la comunicación. Le confieso que en mi ausencia de usted intenté ausentarlo de mi, Dios sabe que quise, pero en el existir más sensible esperaba que mi lejanía podría hacerle reaccionar. Y sí, encontró una manera. Su llamada de auxilio en medio del mar no pude más que contestarla y aceptarle nuevamente en mi puerto. Sus argumentos eran escasos, pero válidos y la añoranza por volver era mutua, urgente.

Así, la larga espera de más de tres lunas cobró sentido. Sólo unos días bastaron para que la situación de drama terminara. Se ha comportado al fin valiente. Ya no está usted ligado a ese amor que venía en coma y ha decidido arriesgarse a nacer aquí, punto aparte.

Nada más que gracias puedo darle por permitirme entrar en su vida y por no salir de la mía. Nuestras esencias de Mercurio juntas resplandecen más fuerte, ¿lo nota?. Las horas se nos van admirándonos del
nosotros. Pesimistas y perdidos, de pronto nos hayamos esperanzados y encaminados, escribiendo en verso una historia con olor a madrugada.

Si bien ninguno logra entender bien lo que sucede, creo hablar por los dos al decir que no tiene comparación a algo vivido. En mi caso sí a lo soñado. Sabemos que es fuerte, pero no trataré de explicarlo o denominarlo, al menos no en esta carta. Al parecer la sobredosis de inspiración bloquea, aún no puedo ni siquiera describir conforme. Y sé que usted tampoco, sus poemas apuntan a lo insólito. Metáforas sublimes podrán hacerlo en algunos días quizás. Pero esta vez no hay prisa... Y es inquietantemente tranquilizador decirlo.

Sólo le sugiero dejar de interrumpir mis caricias preguntándome quién soy con esa cara de incredulidad y asombro. Soy legítimamente todas esas que ha conocido y no hay truco. Usted mejor que nadie debería comprenderlo, también es muchos en uno, y yo los quiero sin chistar a todos. Dejemos el miedo que confesamos tener de
o construimos o nos destruimos. Yo preferiría confiar en lo primero y que lo segundo lo haga el cigarrillo.


Sentada en su cama de verdad,




María Antonieta de las Naranjas Demoniacas.

1 comentario:

Noemí dijo...

Hoy por hoy nadie se alegra de las alegrías ajenas.