domingo, 17 de enero de 2010

Las aceitunas son ricas para quien le gustan.

Ella lo mira descaradamente y parece que sólo yo me doy cuenta. Aunque él también debe notarlo. Él se ve en el vidrio de la puerta del vagón y levanta una ceja mirándose en tres cuartos. Es guapo, y lo sabe. Es evidente, como mujer con escote. Ella ni lleva escote ni es guapa, y también lo sabe. Es bastante lo contrario de hecho. Debe tener unos diez kilos de más, y sus rasgos ni la ayudan ni la definen. Pero eso lo sabe hace años, así que lo sigue mirando. Le mira como dibujándole el mentón amplio, la nariz masculina y recta, la mirada de hombre ocupado, que está muy ocupado para mirarla, y seguramente también le ve su pelo castaño claro que termina en una ondita cayendo coquetamente sobre su cuello. Lo miro también, es parte del puzzle. Y está bien, es un ejemplar atractivo, pero ¿ya basta? Osea, no es que no haya que mirarlos así, pero digo, no sé, pobre tipo, debe sentirse incómodo. Yo lo estaría con esos ojos de serpiente mirándome el nido a unos centímetros ¿O a él le gustará sentirse museo? Quizás colecciona miradas en el metro. Hay cada manía. Miren la mía; detective de medio tiempo. Sigo. Quizás por eso usa esas poleras que favorecen su espalda. Sí, quizás le gusta. Combina esa actitud con su mirada tres cuartos. Y ella ¿Estará sufriendo algún tipo de hipnotismo? De esos bien animales y olorosos. O ¿Tan invicible se siente que poco le importa actuar decorosamente? En días malos uno hace esas cosas. No sé. Lo que sí a ella le deben gustar cosas muy distintas a las mías. Ella debe ver televisión toda la tarde y comer aceitunas. Debe tener hermanos menores y ser fans de algún romántico de la industria. Pero tiene buen gusto con los hombres, físicamente al menos. ¿Será que idealiza a los guapos así como yo a los tímidos? Porque mientras creo ir descubriendo su verdad, me abro paso a la mía. No me hipnotizan los guapos con su ondita coqueta que les cae sobre el cuello, pero hay que ver como me clavo en los tipos retraídos. Eso sí, no esos que andan por la vida como pidiendo permiso pa' respirar. Sino esos que esconden la mirada porque los delata, pero al ocultarla se acusan también. Esos que pecan de transparentes. Esos que ni ríen ni hablan mucho. Que no alardean ir de, simplemente van. Esos que no piropean en la calle. A veces acierto, a veces no, pero suelen esconder mundos tan propios que no puedo sino querer conocerlos. Y fantaseo en ese pensamiento. Esos, los raros me gustan a mí. Sonrío, recuerdo que amigas me lo han dicho ya varias veces. Y más raro que ellos mismos es reconocerlos a simple vista, por lo que no suelo andarme enamorando en el metro. Y a ella, no le deben gustar esos tipos. Le gustan las aceitunas, definitivamente. Caso resuelto.

1 comentario:

***Almas en Sonido*** dijo...

Mmm... soy una fanaticas de las aceitunas de mi estilo,no soy de gusots de hombre muy convencional,prefiero el que tengo ya casi 6 años Jajá... que tenga algo de mi y a la vez algo que nunca podre tener...
pero mis aceitunas nadie me las quita..

Besos Noe
Pau, Adios