Con una mirada le dio las gracias y acercó su nariz al ramo. Cuando los pétalos la pincharon, él y ella explotaron.
martes, 29 de junio de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
Insoportable
lunes, 21 de junio de 2010
Episodio rojo
domingo, 20 de junio de 2010
Privado en público
Me coloqué el sombrero tapando mis ojos. Me guardé las joyas en el bolsillo. Cubrí mi cuerpo con el manto más opaco y caminé por la calle principal. Todo mundo iba en la misma dirección rumbo a la feria del pueblo. Al entrar, me di cuenta que quizás el cuidado era innecesario. Había tanta gente que era imposible reconocer bien a cualquiera; comunes y extraños sin excepción, abrumados por el calor. Todos estaban exquisitamente vivos e inquietos. El contacto de los cuerpos al avanzar en distintos sentidos parecía molestarlos, como un trámite ordinario y sin importancia. Seguramente nadie más estaba allí para sentirse parte. Yo disfrutaba cada hombro que me tocaba, respiración que olía y conversación que no me hablaba. Mis mejillas y pecho estaban tibios, felices. Nadie estaba pendiente de mí ni guardaba absurda distancia. Sólo lamentaba no poder levantar la vista y mirarlos a los ojos. Me los imaginaba por sus voces y temperaturas, zapatos y ritmos. De pronto, alguien levantó mi sombrero sin permiso, pero con cuidado, deteniendo mis cálidas fantasías. Me miró a los ojos y dijo ¿Señorita Le Blanc? ¿Qué hace usted en un lugar como éste? Si le digo la verdad, no me creería señor oficial, respondí y avancé bajando mi sombrero.
jueves, 17 de junio de 2010
Veintidós
martes, 15 de junio de 2010
Alivio
La ciudad y los curiosos dormían. La neblina avanzaba por las calles vacías, dificultando lo evidente, facilitando lo oculto. Los semáforos cambiaban indicando a nadie, parecían luces navideñas; inútiles, pequeñas.
Desde mi edificio al de él; quince centímetros. Entre él y yo, millas inconexas. Entre mi departamento y el de Gabriela hay sólo tres centímetros… Que la niebla me haga invisible, sólo unos minutos más, antes de serlo. Esta vez sí.
- ¿De nuevo hueón? – la oí tras mi espalda, afligida y enojada.
- Gabriela ándate porfa’ – dije apenas.
- Negra… Conversemos, ven.
- No hay nada que conversar Gaby. Está todo hablado y no sirve – le dije por tercera vez en el último mes.
- Mira pendeja, el que la hace, la hace, y tú ya no lo hiciste… Aparte, ya lo llamé – confesó.
- ¡¿Que hiciste qué?! – pregunté por inercia. Había oído perfecto y fatal.
- Que lo llamé poh Negra ¿No es ésa la huéa que querí, verlo? Bueno, viene para acá… Es persona, se preocupa, obvio – me dijo mientras se acercaba y buscaba mi mano. Se la quité sin darme cuenta para pensar en orden.
Viene. Dudé y me desesperé por actuar, olvidando un par de segundos que por eso mismo estaba allí; llevaba demasiado tiempo dudando, desesperada por actuar. Di un paso atrás. Gabriela sonrió. Oí el aire salir de su boca menguante, pero no la miré… Era mejor quedarse con esa sonrisa aliviada en el recuerdo. Era el último. Gracias Gaby pensé y dejé de dudar. Di un paso hacia adelante y luego otro hacia la ciudad dormida y sus curiosos.
lunes, 14 de junio de 2010
Y sé que los ojos se te nublan de puro ego
domingo, 13 de junio de 2010
miércoles, 9 de junio de 2010
X
lunes, 7 de junio de 2010
Prejuicio
Felto miraba a su hermana Dania desde la copa del limonero. ¡Sube Dania! es sencillo. Dania, tres años menor, pensaba para sí ¿es bueno que sea sencillo? ¡Dania! yo sujeto la escalera, tú preocúpate de que ahí abajo esté firme. La niña tomó la escala sin entusiasmo con sus manitos. La movió un poco y se alejó. Estaba bien puesta. ¿Felto?... ¿Por qué subiste al árbol?... Ay, por jugar - respondió el niño. ¡Sube poh Dania oh! Se ve distinto desde aquí. La niña inspeccionaba a su hermano y luego a la escalera sin expresar cosa alguna, hasta que preguntó ¿Felto, la gracia es subir o la vista que hay desde allí?... Felto tomó aire como para hablar y descubrió que no quería pensar, entonces respondió por responder; las dos cosas Dania, ¡ya, sube!
Pasaron diez minutos más. La escalera esperaba como siempre, pero Felto estaba vivo, impaciente. La particular forma de ser de su hermana solía descolocarlo. Ya Dania, voy a bajar para mostrarte, hazte un lado. Esto es simple… -le argumentaba mientras bajaba alternando concentradamente sus extremidades- Me extraña que siendo de esta familia seas tan poco arriesgada… Las escaleras suben o bajan y no hay mayor problema en ello ¿ves? Ya llegué abajo. ¿Dania?... ¿Dónde estás? … Yo creo entonces que tú eres adoptado Felto – respondió divertida Dania, mirándolo hacia abajo, desde la copa del limonero.