martes, 15 de junio de 2010

Alivio


La ciudad y los curiosos dormían. La neblina avanzaba por las calles vacías, dificultando lo evidente, facilitando lo oculto. Los semáforos cambiaban indicando a nadie, parecían luces navideñas; inútiles, pequeñas.

Desde mi edificio al de él; quince centímetros. Entre él y yo, millas inconexas. Entre mi departamento y el de Gabriela hay sólo tres centímetros… Que la niebla me haga invisible, sólo unos minutos más, antes de serlo. Esta vez sí.

- ¿De nuevo hueón? – la oí tras mi espalda, afligida y enojada.

- Gabriela ándate porfa’ – dije apenas.

- Negra… Conversemos, ven.

- No hay nada que conversar Gaby. Está todo hablado y no sirve – le dije por tercera vez en el último mes.

- Mira pendeja, el que la hace, la hace, y tú ya no lo hiciste… Aparte, ya lo llamé – confesó.

- ¡¿Que hiciste qué?! – pregunté por inercia. Había oído perfecto y fatal.

- Que lo llamé poh Negra ¿No es ésa la huéa que querí, verlo? Bueno, viene para acá… Es persona, se preocupa, obvio – me dijo mientras se acercaba y buscaba mi mano. Se la quité sin darme cuenta para pensar en orden.

Viene. Dudé y me desesperé por actuar, olvidando un par de segundos que por eso mismo estaba allí; llevaba demasiado tiempo dudando, desesperada por actuar. Di un paso atrás. Gabriela sonrió. Oí el aire salir de su boca menguante, pero no la miré… Era mejor quedarse con esa sonrisa aliviada en el recuerdo. Era el último. Gracias Gaby pensé y dejé de dudar. Di un paso hacia adelante y luego otro hacia la ciudad dormida y sus curiosos.



No hay comentarios: