Su cuerpo no me dejaba mover sino hacia él. Absolutamente querida, tibia y perturbada le dije:
- Si no sigues, me voy a morir.
A lo que él sin poder moverse sino hacia mí. Absolutamente querido, tibio y perturbado me dijo:
- Tú te vas a morir, pero a mí me vas a matar.
Entonces, como dos suicidas, nos movimos el uno hacia al otro. Absolutamente queridos, tibios y perturbados.
- Si de cualquier forma hemos de morir, te regalo mis dos últimas palabras- le dije en dos palabras. Y morimos.
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