viernes, 27 de agosto de 2010

Pensando en voz alta


Yo amaría a varios,
lo pienso mientras les digo que no,
mientras les cambio el tema y es difícil,
porque podría amarlos,
definitivamente podría.

Pero se supone que uno no debe,
aunque no logro justificar el porqué de tener que amar a uno solo
en este momento perturbado en que siento
que podría amar a unos cuantos.

Tengo el placer y el honor de decir
que hoy por hoy conozco a varios
que valen la pena o mil suspiros,
oh, y yo los amaría,
sin mañana, pero los amaría.

Yo amaría a varios,
y no lo haré,
pero tenía que decirlo al menos.


jueves, 26 de agosto de 2010

La costumbre



No, no iba a llover. El pronóstico anunció que sol apenas, que quizás nublado, pero no lluvia. Y yo lo vi en la tele antes de salir, pero es que me asusté. Discúlpame, no debí abrir el paraguas de esa forma. Fui ridícula, lo sé, pero es que... La última vez que vi las nubes así, llovió tanto, que mi casa se disolvió como papel y naufragué durante noventa días por mi calle. Fue terrible. Pero hoy no iba a llover porque estabas tú. Es distinto y lo olvidé.

lunes, 23 de agosto de 2010

Paredes


Desconfío de la gente que se droga y se comporta igual que cuando está lúcida. Desconfío de los que dicen te amo como dicen permiso o como dicen gracias. Desconfío de quien no conozco y se sabe mi nombre. Desconfío de quien nunca se ha emborrachado. Desconfío de quien no llora en público. Desconfío de quien no reconoce que no sabe. Desconfío de quien se excusa demasiado. Desconfío de quien habla de personas que no conoce. Desconfío de quien exhibe sus logros. Desconfío de quien se jacta del sexo. Desconfío de la gente sociable. Desconfío de las hueonas simpáticas. Desconfío de los galanes. Desconfío de quien no es capaz de reconocer una buena idea si no es de él. Desconfío de quien descuida su trabajo pensando en que compite. Desconfío de quien mide el éxito en pesos. Desconfío de la generosidad desinteresada y la empatía universal. Desconfío de quien gusta del pelambre. Desconfío de los que se creen especiales. Desconfío de los normales. Desconfío de quien necesita que todos sepan lo que hace. Desconfío de quien no tiene un estilo propio. Desconfío de quien no tiene opinión. Desconfío del amor y del odio infundado. En fin, desconfío de todos los que hacen lo que yo no haría. Y todos hacen lo mismo.


sábado, 21 de agosto de 2010

Cuando los papeles cortan



"Fumar puede matar ¡Y amar no va a poder!"
Miguel Ferrer.


Trataba de no olvidar mis ojos reflejados en los suyos. La he amado por tanto tiempo y hoy por primera vez está desnuda bajo mi cuerpo ¡Oh! ¡Cuánto escribí sobre este momento que ahora es superado por cualquiera de mis versos! Pronto volveré a mi mesa y escribiré a la altura de tu desnudez que no fui capaz de advertir mi amor, pensaba mientras la oía respirar dulcemente agitada. Comencé a borrar recuerdos de otras para no perder detalle de ella; el sudor de los dos en sus blancos pechos, la piel erizada de sus hombros, el calor infernal de su rostro de ángel. ¡No sé si podré soportarlo! ¡Que me perdone si salgo corriendo! Se me inunda de sangre el cerebro, el alma y el sexo. ¡Podría morir en cualquiera de sus vaivenes! Ella sonríe halagada, quizás estoy diciéndole todo esto, o recitándole sonetos o inventando un idioma que la adore. Sus manos limpiando mis lágrimas me avisan que no hago nada de eso sino llorar mientras le beso la frente. Ya no pienso ¡Mira lo que haces con un pensador, matarlo y transformarlo en un torbellino de sentimientos! ¡Me rebalso de amor infinito y ella conmigo!.. El semblante vidrioso de sus ojos que entreabre y cierra es motivo suficiente para un poemario entero. Ya le he escrito cinco, ella ha leído sólo dos ¡Es que algo me dice que no debería seguir exponiéndole mi frágil alma que apenas resiste su belleza! Un momento, estoy temblando, no puedo arruinarlo. Respiré hondo, cerré los ojos y contorneé sus costillas, cintura y caderas. Lo repetí hasta estar seguro de haber guardado indeleble en cada yema sus formas ¡Pero qué hago! ¡Como si no fuera suficiente, busco la tortura del recuerdo! ¡Por qué me hace esto! ¿Qué hice yo a demás de amarla papel tras papel con mi arte? ¿Y ella?... ¿Ella me ama a mí o a mi arte que la refleja? Dudo. Me detengo. Hace un gesto de extrañeza, pregunta qué sucede, le digo su nombre como para encontrarla, sonríe temerosa, pregunta ¿Qué piensas Damián? No le respondo ¡Damián siente celos de su propia obra! ¡Qué mujer más peligrosa! La tomo por los hombros y la beso profundo, ella responde con gemidos ansiosos ¡Peligrosa! ¡Deberían advertirla en algún manual! ¡No! ¡En la Constitución!.. ¿Por si viene otro?... ¿Y si otro le regala versos que la hagan sentir más bella de lo que la hago sentir yo?.. ¿Olvidará a este mortal poeta? ¿Así de fácil?.. Ay, Dios, el pánico del mañana recorre mi espalda en un frío que conozco, que llega a los ojos, que nubla. Me siento sobre su ombligo o sus rodillas o su cara. Le hablo o le grito o lloro, no sé. Intenta irse, sabía que esto pasaría, pero no, no puedo dejar que se vaya ¡Me he despojado de todo recuerdo mundano por su divinidad! ¿Cómo viviré mañana con estos recuerdos si la posee otro? ¡Tendría que matarlo, y a todos los que vengan después! ¡Me volverá un asesino! No puedes dejarme ni olvidarme mujer ¡Pero sé que sucederá! ¡No puedes hacerme eso! ¡Puta ingrata! le grité, mientras mis manos retenían por el cuello su cuerpo inmóvil en mi cama y mis ojos se convertían en el último reflejo de los suyos.



miércoles, 18 de agosto de 2010

martes, 17 de agosto de 2010

Interludio



(Suena tu piano "Sol para una niña con insomnio")


Pienso;

Si naranjo, si gris, si negro, si rojo,
si silencio, cuchillo o beso,

suceda lo que suceda con nosotros,
de una sola cosa estoy segura;


jamás,




jamás,




jamás,




podré olvidarnos...






Entonces entiendo
el temor que te hizo dejarnos aquí,
en un interludio.





Perro



Perdóname,
no fui capaz de liberarte,
como tampoco lo soy de atenderte.

Sólo me consuela,
que no sabes ni de perdón,
ni de libertad, ni de atención.

Y eres tan feliz,
que una debería aprender.


Sorda, no grites



Cuando dejes de pensar que
¿Y qué quieres que haga?
es un desentendimiento
y no una pregunta,
retomamos esta discusión mamá.






domingo, 15 de agosto de 2010

Freud y sus imbéciles




- Ya, ¿y yo debo creer que aceptaste salir de la fiesta conmigo por nada?

- Deberías.

- Uhmm, ya... A ver... Tú estabas bailando con un tipo, te acercaste a la barra y se te acercó otro tipo, algo hablaron, luego volteaste y estaba yo, te quedaste conmigo y olvidaste a los otros dos.

- Ah, me espiaste un rato, no lo sabía... Eee sí, en simple, todo eso pasó.

- Tú bailarín cuando nos vio, puso cara de pena y se fue.

- Oh, no supe eso.

- ¿Qué crees tú que pensaba ese tipo mientras bailaba contigo?

- Eee... No es de los que les guste bailar, así que seguramente estaba esperando el momento en que nos besáramos... Cosa que no iba a suceder.

- Exacto... Ya, bien, no eres tan ingenua.

- Creo que no.

- Pero ¿por qué bailabas con ese tipo entonces?

- ¿Porque era una fiesta?.. A ver, lo ubicaba de antes y es agradable, no sé... Que él o cualquiera piense que vamos a terminar una conversación o un baile tirando, es su problema, no mío. Si yo no quiero, no sucederá, simple.

- Ya, y ahora contéstame ¿por qué te hablé yo?

- Supongo que te parecí atractiva.

- Correcto... Te vi bailando, te movías bien y

- Pensaste en sexo.

- ¿Y tú me vas a decir que saliste de la fiesta conmigo y no pensaste nada más allá?

- Correcto.

- No te creo.

- Bueno.

- A ver, ¿por qué crees tú que no insistieron ni tu bailarín ni el borracho que llegó a comerte la oreja?

- No lo sé.

- Yo sí lo sé.

- Sabes todo tú parece.

- No todo, pero sé de psicoanálisis.

- Ah... Claro... Psicología.

- Sí. Digamos que lo que pasó fue que ellos me vieron más... Imponente, tal como si se tratara de un macho dominante en una manada y

- Una manada.

- Sí, una manada. Ellos vieron que yo te hablé, que logré tu atención sin dejar de mirarte, que actué como si ellos no existieran, eso los intimidó y se alejaron.

- Ya... Tú decís que eso fue lo que pasó.

- Sí y ahora la verdad ¿Qué pensaste cuando saliste de la fiesta conmigo?

- Uff, ya basta, mira: Estaba bailando hace rato con el primer niño, no me hablaba nada, estaba aburrida y un poco ebria, en un enredo de gente bailando fui a parar al lado de la barra, ahí estaba mi amiga, en eso aparece este otro niño ebrio, me sonrió, linda sonrisa, le sonreí, se acerca mi amiga a decirme al oído que no haga ni tal de prestarle atención... Creo que no te fijaste en ese detalle... Creo también que viste sólo lo que querías ver, en fin, el asunto era que un metro más allá había una niña llorando por el niño ebrio, yo ni ahí con meterme en hueás, mi amiga lo alejó, el tipo se devolvió y me dijo muy tiernamente you are so beautiful, sonreí y respondí you too, no había porqué ser descortés ni tampoco mentirosa, era guapo, mi amiga lo tomó del brazo para llevárselo de nuevo y yo le di la espalda, me encontré de frente contigo, dijiste hola, dije hola, me invitaste un trago, me agradó tu voz, te lo dije, no estabas ebrio y me pareciste caballero, acepté, me es difícil negarme a un trago y esa es la verdad, mala nuestra la barra había cerrado, vi tu pipa, tabaco, yo sin cigarros, te pedí una fumá, dijiste que consiguiera papelillos, fui por mi cartera, volví, fumamos, la conversación resultó interesante, la fiesta se empezó a acabar, era relativamente temprano y a mí me quedaba este pito, tú habías dicho que no fumabas marihuana, perfecto, porque quería fumármelo sola, así que acepté salir de la fiesta contigo y ahora estamos en esta banca conversando. A dos cuadras de aquí vive una amiga con la que acordé antes de ir a la fiesta quedarme en su casa. Así que no, no pensé nada más, ni nada menos cuando salí del local contigo... Supongo que sobra decir que no nos vamos a besar, ¿verdad?

- Sí.

viernes, 13 de agosto de 2010

Corazón



Daría la mitad de mi cabeza por saber qué estás pensando ahora.
Probablemente así, pensaría menos y te entendería mejor.



Hija de puta


La Diana era la hija menor de la Elvira Muñoz o la Porteña como le decían en Vitacura... En las esquinas de Vitacura. La Diana siempre supo que su mamá era prostituta y no había problema con eso. Es que, a ver, la mamá de la Elvira Muñoz, también era prostituta y de las más conocidas de Valparaíso. Y como todos sabemos, las tradiciones ni se cuestionan y se respetan, entonces qué tanto.

La Diana creció más bien a la buena de Dios, porque sus dos hermanos mayores, hombres, gemelos, se metieron en la cocaína muy pendejos y a los quince ya no vivían con la Elvira, estaban en un internado del Sename o arrancando de ahí y así se lo llevaban. Así que a la Diana la crió la tele, la Eli de Caso, el José Miguel Viñuela, las cabras de la esquina, el vino en bolsa, la calle, los pitos, los cabros que le corrían mano, la tía de los completos y la inspectora del colegio, por nombrar.

A los catorce años quedó embarazada en una fiesta y no supo de quién. A los dieciséis se volvió a embarazar pero de su pololo, el Christián o Pinpoyo como le decían en la villa porque era bonito el cabro. A los veinte tuvieron al último, el Luis Felipe, que ahora tiene tres años y está llorando pidiendo un helado.

Es verano, viernes por la tarde. La Diana, el Pinpoyo y los tres niños están sentados en una banca al lado del Terminal Santiago esperando irse de vacaciones al Tabo, el bus sale en veinte minutos más.

- ¡Yaaaa poh maaami, un helao'!
- ¡Cállate Luis Felipe oh!... ¡Christián hace callar a tu hijo!
- Ya poh Luis Felipe, ¿ya te habló tu mamá o no? Si ya nos vamo' a irlo' ya

El pequeño Luis Felipe aburrido de llorar, se sentó en el suelo y se empezó a golpear la cabeza con sus puñitos. Su hermana mayor le dio un puro charchazo y ahí la cortó, pero seguía aburrido. Delante de él se cruzó una paloma, era blanca entera, bonita para ser paloma. El niño se levantó y comenzó a seguirla.

- ¡No tan lejos Luis Felipe!

El niño la siguió unos pasos más allá y después se entretuvo caminando y mirando todo, como hacen los niños y uno no sabe qué buscan, pero avanzan sin ningún miedo.

- Luis Felipe, ¡Oye! ¡Oye! ¡Te estoy mirando!

Luis Felipe se había alejado más de veinte metros y la gente que lo veía caminar solito levantaba la vista buscando culpables y encontraban a la mamá sentada por allá, gritando, pero sin moverse un metro.

- ¡Oye! ¡Cabro e' mierda! ¡ven pa' acá te dicen!

El niño volvió a ver a la paloma y corrió tras ella. Recién entonces Diana se levantó de la banca y corrió tras Luis Felipe que sin que nadie lo detuviera, avanzaba y y avanzaba, llegando a la Alameda. La gente... ay, la gente, al verlo ahí solito, en vez de atajarlo, levantó la mirada para encontrar al culpable o buscando que alguien hiciera algo que no sean ellos y en ese intertanto Luis Felipe fue alcanzado por la rueda de un motociclista, volando cinco metros por los aires, cayendo de cabeza, muriendo al instante, en plena Alameda.

En un segundo se le cortó la respiración a todos los presentes, luego vinieron los gritos, las exclamaciones, las manos tapándose la boca o agarrándose la cabeza. Un par de mujeres corrieron a buscar al niño. Cuando Diana llegó y vió al Luis Felipe tirado, cayó de rodillas al suelo y gritó tan desgarradoramente que todos entendieron que era la madre.

- ¡¡Mi hiiiijoooo!! ¡¡Mi hijitooooo!! ¡¡Por quéeeeeeee!!

Repetía llorando y tiritando hasta que una cachetada que le dio vuelta la cara la hizo callar. Diana levantó la vista y se encontró con una señora gorda de unos cincuenta años.

- ¡Cómo se te ocurre descuidar así a tu hijo! ¡Hija de puta!

Diana se paralizó y recordó a la Elvira yéndose a trabajar siempre a medianoche.






La caída de una caída



Dentro de una copa ha caído ron y vino,

lo más seguro es que no resulte algo bueno,
pero no podríamos decir por ello
que el ron es malo,

tampoco que lo es el vino,

simplemente

es una mala combinación,
y habrá que vaciar la copa,

copa que interrumpe diciendo:
- Basta voluntad y fe -
y especula:

Si le pidiéramos al ron

que abandone un poco de caña
y se impregne de uvas

preguntará ¿porqué no le piden al vino
que abandone uvas
y se impregne de caña?


Entonces,
frente a la sutil negativa,

le preguntaríamos al vino,

quién respondería
¿porqué no le piden al ron
que abandone caña
y se impregne de uvas?


Y darían vueltas el uno detrás del otro,
y el otro detrás del uno,
preguntándose ¿porqué yo, a ver?

... Ay, tercos por puros,
bastaba voluntad y fe...

Definitivamente,
hay que vaciarme.

De tantas vueltas que dio el vino tras el ron
y el ron tras el vino,
preguntándose porquéyoaver,

la copa tambaleó mareada

y cayó al suelo.

...


Al suelo ha caído ron y vino,

lo más seguro es que ahora
piensen que debieron haber cedido.



martes, 10 de agosto de 2010

Testigo



Sentada en una banca cualquiera,
estaba ella vestida de blanco y negro,
fumando nada porque ella no fuma,
pero si lo hiciera, estaría fumando.

Minutos después llega a la misma banca
un él vestido de negro y blanco,
se sentó a su lado y se saludaron,
entonces ella ya no parecía esperar.

Los veo sonreír al unísono y entiendo
que no se han puesto de acuerdo para combinar,
y es entonces cuando puede que sea verdad
que hay un lazo evidente que ellos no notan.

Cinco minutos pasan y a él le suena el celular,
se pone de pie, por su cara son malas noticias,
camina apartándose de ella, lo espera,
otra vez le asentaría bien un cigarro.

Pasaron cinco minutos y cinco más,
él no regresa y se pierde de vista,
ella cree que, claro, la está evitando,
abandona la banca y va dónde quién sabe.

Al rato regresó a la banca vestida de gris y rojo,
con el ceño fruncido y los brazos cruzados,
él apenas la reconoció y desconcertado
se puso una chaqueta azul y cruzó los brazos también.

No mientas falsos colores y apuro,
ni exageres miedo al abandono, querida,
él se arropó de azul por tu frío,
pero lo veo allí aún, y tú si quieres, puedes ir a cambiarte.



Cuento Infantil


... A un niño


Hubo una vez, un niño que se enamoró de una flor. La vio por primera vez una tarde que su mamá lo mandó a regar el naranjo. La flor estaba justo detrás del árbol. En ese mismo momento estuvo seguro de que antes no estaba, que había brotado de la nada y para él. El niño jamás había visto una flor tan rara y la atesoró, a su manera. Día tras día, hizo hermosos dibujos pensando en ella y sus colores. Le cantaba canciones mientras se vestía por la mañana y por las noches pasaba largo rato pensándola hasta que se quedaba dormido y la soñaba. La flor le alegraba la existencia, sin embargo no iba seguido al patio a estar con ella, vivía muy ocupado recordándola. Se la había aprendido de memoria, pero un día, reparó en el olvido del olor de su flor y pensó que entonces era necesario ir a verla. Salió al patio y ahí estaba, completamente seca. El niño lloró sobre la flor gota a gota toda el agua que no le regó antes. La naturaleza tiene un orden sagrado, hijo- le dijo el sol, cómplice inocente de la muerte de su flor.

Sólo entonces, el pequeño egoísta entendió que la flor no era un objeto ni un recuerdo sino un ser vivo y por lo tanto podía morir… Lo de amar con hechos, que cuidar implica oportuno y responder felicidad con gratitud, no sabemos si lo llegó a comprender. Era sólo un niño cuando le sucedió, y éste cuento es Infantil.

domingo, 8 de agosto de 2010

Brinda II


No hay nada que celebrar. Si tomo la copa y la garganta se aprieta, no hay brindis. Al menos alcancé a sonreír antes que la fortuna se mudara. Ahora, no hay nada que celebrar. La tristeza pesa sobre la calma, la rebalsa y la rompe. Nubla, agobia, tortura, no hay nada porqué celebrar. Me escucho decir no mientas nunca tu ánimo o jamás llegarás a conocerte, menos lo harán los demás que creyéndote otra persona, como podrían acertar el trato, lo cual ahora da lo mismo, estoy sola en el salón. Sin tener que excusar mis pensamientos, divago; la pena es bonita cuando es roja, como un velorio sincero. Amadores y amantes, las lágrimas combinan con los latidos, es el mismo maldito sentimiento, vivaz, vital, mortal. Así que, me retracto de estas líneas y vuelvo a tomar la copa que se llena de mí. Qué ilusa, en todo brindis se debe apretar la garganta, que más da la asfixia. Sí, hay algo que celebrar. La tristeza ésta es el reflejo cojo del amor, ese que algunos morirán sin haber conocido, por egoístas o cobardes o yo qué sé. De ese que he creído conocer tantas veces y frente a la duda, en todas ellas viví y me maté. Brindo porque me duele el alma y en su sollozo agónico me dice:

- Espera, resisto un poco más.
- Bella ingenua... Tonta intensa... Nos mataremos otra vez.
- Quizás, pero es que... ¿Viste que hoy brindas porque amaste, igual que ayer?
- Sí, y que mañana, y que el otro año, y qué puedo hacer; tú eres la que se enamora. Salud.


viernes, 6 de agosto de 2010

Brinda


Hoy no me queda nada más que celebrar, y esto cuántos lo pueden decir. Y no digo por miserables, sino por ciegos. Pareciera que si no es con lágrimas no viéramos. Si está todo en calma, sonríe, antes que la fortuna se mude y la incertidumbre inquiete. Debe haber una razón para celebrar, siempre la hay, que no te haga creer el calendario que pesa o la gente que no puedes vivir sin ellos, o tu corazón que no hay olvido o tu cabeza que no hay camino. No, tú brinda, no te emborraches, hoy quiérete lúcido y brinda; por que hoy esto que ayer no, por los cariños comunes que no atesoras, por lo sufrido que pronto será sabiduría, por lo amado y las sonrisas, aunque se hayan ido, amaste. Brinda, por que mañana es otro día y la fe es mas grande que el ayer.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Trance


Cuando termino de crear,
vuelvo al cuerpo
y me doy cuenta,
que estoy apunto de
desmayarme de hambre,
dormirme ipso facto,
o mearme.






martes, 3 de agosto de 2010

Justo hueón, justo

Buenas tardes, buenas tardes. Paga los 450. Peñaflor por favor. Mira los cincuenta pesos del vuelto, la hizo, no tenía más. Avanzó por el pasillo y se sentó en el último asiento a la ventana. Desocupao' qué bueno. Fonos a las orejas y dedo al play. Sacó del bolsillo de su chaqueta un chicle, se lo echó a la boca y tiró el envoltorio al suelo. Voy terrible atrasao', pero igual la hago si no se agarra ni un rojo... Puta que soy impuntual, desde mañana nunca más. Escuchó una canción de The Trashmen y se le olvidó qué había dicho sobre mañana. Aah, me acordé, tengo prueba mañana. El chicle se puso fome y se lo sacó de la boca. No lo tiró al suelo porque ayer le pasó que después cuando se paró para bajarse, lo pisó. Hueón una vez no más. Sacó el boleto que le dieron recién, lo envolvió ahí y lo tiró por la ventana porque sí. Le cayó a un ciclista en el cuello. Se rió. Tomó el pendrive pa' cambiar la canción y en camino a pulsar el botón, un movimiento brusco lo obligó a agarrarse del fierro más cercano. Su cuello se movió como expulsando la cabeza y los cascos saltaron hacia adelante. Pedazo de frená. Un auto chico se atravesó y quedó enchufao' en el tapabarros de la micro. El chofer apaga el motor. ¿Están todos bien? Sí, sí. Los pasajeros se levantan, cuchuchean, y entienden. Hay que bajarse de la micro y esperar el relevo de la otra. Puta la hueá. Se bajó y esperó junto a los otros pasajeros. Cinco minutos después llegó la otra micro. Bien, aún puedo llegar a tiempo. Se sube, buenas tardes, buenas tardes, ¿su boleto?

lunes, 2 de agosto de 2010

En la transición del respeto



Escondido me escribiste;
ahora me leo escondida.
Para ti: las letras -me dijiste -
pero las gracias: para La Herida.
Si bien mi llegada no pediste
se fue Ella por ti despedida,
y si esa decisión tomaste;
no vuelvas a falsear mi cabida.

I. Nadales





domingo, 1 de agosto de 2010

Miedo al demasiado


Entró en silencio y directo a la cocina. Rescató una manzana y subió la escalera. Ya en su cuarto, vació sus bolsillos, y se tiró de espaldas en la cama hecha. Miró el techo y sonrío. Boca arriba mascaba la manzana, el jugo caía por sus muñecas, pero no importaba. Recordó la risa de ella, se secó rápido las manos en los pantalones, tomó el celular y la llamó. Buzón de voz, debe estar durmiendo y la imaginó rosada y bonita entre las sábanas que conoció recién anoche. Cerró los ojos y recordó un te amo, metió la nariz dentro de su polera, olía a ellos y decidió que no se bañaría hasta mañana. Siguió comiendo su manzana, estaba deliciosa y tenía tanta hambre, pero antes de la última mascada, la dejó sobre el velador. No debería estar tan sabrosa, no es temporada, desconfió. Se quedó mirando el techo largo rato ¿Por qué yo? Volvió a mirar la manzana, estaba comenzando a oxidarse. De improviso se sentó en la cama, tomó el celular y lo apagó. Se sacó la polera, la tiró al suelo y se fue a duchar.