viernes, 27 de agosto de 2010
Pensando en voz alta
jueves, 26 de agosto de 2010
La costumbre
lunes, 23 de agosto de 2010
Paredes
sábado, 21 de agosto de 2010
Cuando los papeles cortan
Trataba de no olvidar mis ojos reflejados en los suyos. La he amado por tanto tiempo y hoy por primera vez está desnuda bajo mi cuerpo ¡Oh! ¡Cuánto escribí sobre este momento que ahora es superado por cualquiera de mis versos! Pronto volveré a mi mesa y escribiré a la altura de tu desnudez que no fui capaz de advertir mi amor, pensaba mientras la oía respirar dulcemente agitada. Comencé a borrar recuerdos de otras para no perder detalle de ella; el sudor de los dos en sus blancos pechos, la piel erizada de sus hombros, el calor infernal de su rostro de ángel. ¡No sé si podré soportarlo! ¡Que me perdone si salgo corriendo! Se me inunda de sangre el cerebro, el alma y el sexo. ¡Podría morir en cualquiera de sus vaivenes! Ella sonríe halagada, quizás estoy diciéndole todo esto, o recitándole sonetos o inventando un idioma que la adore. Sus manos limpiando mis lágrimas me avisan que no hago nada de eso sino llorar mientras le beso la frente. Ya no pienso ¡Mira lo que haces con un pensador, matarlo y transformarlo en un torbellino de sentimientos! ¡Me rebalso de amor infinito y ella conmigo!.. El semblante vidrioso de sus ojos que entreabre y cierra es motivo suficiente para un poemario entero. Ya le he escrito cinco, ella ha leído sólo dos ¡Es que algo me dice que no debería seguir exponiéndole mi frágil alma que apenas resiste su belleza! Un momento, estoy temblando, no puedo arruinarlo. Respiré hondo, cerré los ojos y contorneé sus costillas, cintura y caderas. Lo repetí hasta estar seguro de haber guardado indeleble en cada yema sus formas ¡Pero qué hago! ¡Como si no fuera suficiente, busco la tortura del recuerdo! ¡Por qué me hace esto! ¿Qué hice yo a demás de amarla papel tras papel con mi arte? ¿Y ella?... ¿Ella me ama a mí o a mi arte que la refleja? Dudo. Me detengo. Hace un gesto de extrañeza, pregunta qué sucede, le digo su nombre como para encontrarla, sonríe temerosa, pregunta ¿Qué piensas Damián? No le respondo ¡Damián siente celos de su propia obra! ¡Qué mujer más peligrosa! La tomo por los hombros y la beso profundo, ella responde con gemidos ansiosos ¡Peligrosa! ¡Deberían advertirla en algún manual! ¡No! ¡En la Constitución!.. ¿Por si viene otro?... ¿Y si otro le regala versos que la hagan sentir más bella de lo que la hago sentir yo?.. ¿Olvidará a este mortal poeta? ¿Así de fácil?.. Ay, Dios, el pánico del mañana recorre mi espalda en un frío que conozco, que llega a los ojos, que nubla. Me siento sobre su ombligo o sus rodillas o su cara. Le hablo o le grito o lloro, no sé. Intenta irse, sabía que esto pasaría, pero no, no puedo dejar que se vaya ¡Me he despojado de todo recuerdo mundano por su divinidad! ¿Cómo viviré mañana con estos recuerdos si la posee otro? ¡Tendría que matarlo, y a todos los que vengan después! ¡Me volverá un asesino! No puedes dejarme ni olvidarme mujer ¡Pero sé que sucederá! ¡No puedes hacerme eso! ¡Puta ingrata! le grité, mientras mis manos retenían por el cuello su cuerpo inmóvil en mi cama y mis ojos se convertían en el último reflejo de los suyos.
miércoles, 18 de agosto de 2010
martes, 17 de agosto de 2010
Interludio
Perro
Sorda, no grites
domingo, 15 de agosto de 2010
Freud y sus imbéciles
viernes, 13 de agosto de 2010
Corazón
Hija de puta
La caída de una caída
martes, 10 de agosto de 2010
Testigo
Cuento Infantil
... A un niño
Hubo una vez, un niño que se enamoró de una flor. La vio por primera vez una tarde que su mamá lo mandó a regar el naranjo. La flor estaba justo detrás del árbol. En ese mismo momento estuvo seguro de que antes no estaba, que había brotado de la nada y para él. El niño jamás había visto una flor tan rara y la atesoró, a su manera. Día tras día, hizo hermosos dibujos pensando en ella y sus colores. Le cantaba canciones mientras se vestía por la mañana y por las noches pasaba largo rato pensándola hasta que se quedaba dormido y la soñaba. La flor le alegraba la existencia, sin embargo no iba seguido al patio a estar con ella, vivía muy ocupado recordándola. Se la había aprendido de memoria, pero un día, reparó en el olvido del olor de su flor y pensó que entonces era necesario ir a verla. Salió al patio y ahí estaba, completamente seca. El niño lloró sobre la flor gota a gota toda el agua que no le regó antes. La naturaleza tiene un orden sagrado, hijo- le dijo el sol, cómplice inocente de la muerte de su flor.
Sólo entonces, el pequeño egoísta entendió que la flor no era un objeto ni un recuerdo sino un ser vivo y por lo tanto podía morir… Lo de amar con hechos, que cuidar implica oportuno y responder felicidad con gratitud, no sabemos si lo llegó a comprender. Era sólo un niño cuando le sucedió, y éste cuento es Infantil.