sábado, 21 de agosto de 2010

Cuando los papeles cortan



"Fumar puede matar ¡Y amar no va a poder!"
Miguel Ferrer.


Trataba de no olvidar mis ojos reflejados en los suyos. La he amado por tanto tiempo y hoy por primera vez está desnuda bajo mi cuerpo ¡Oh! ¡Cuánto escribí sobre este momento que ahora es superado por cualquiera de mis versos! Pronto volveré a mi mesa y escribiré a la altura de tu desnudez que no fui capaz de advertir mi amor, pensaba mientras la oía respirar dulcemente agitada. Comencé a borrar recuerdos de otras para no perder detalle de ella; el sudor de los dos en sus blancos pechos, la piel erizada de sus hombros, el calor infernal de su rostro de ángel. ¡No sé si podré soportarlo! ¡Que me perdone si salgo corriendo! Se me inunda de sangre el cerebro, el alma y el sexo. ¡Podría morir en cualquiera de sus vaivenes! Ella sonríe halagada, quizás estoy diciéndole todo esto, o recitándole sonetos o inventando un idioma que la adore. Sus manos limpiando mis lágrimas me avisan que no hago nada de eso sino llorar mientras le beso la frente. Ya no pienso ¡Mira lo que haces con un pensador, matarlo y transformarlo en un torbellino de sentimientos! ¡Me rebalso de amor infinito y ella conmigo!.. El semblante vidrioso de sus ojos que entreabre y cierra es motivo suficiente para un poemario entero. Ya le he escrito cinco, ella ha leído sólo dos ¡Es que algo me dice que no debería seguir exponiéndole mi frágil alma que apenas resiste su belleza! Un momento, estoy temblando, no puedo arruinarlo. Respiré hondo, cerré los ojos y contorneé sus costillas, cintura y caderas. Lo repetí hasta estar seguro de haber guardado indeleble en cada yema sus formas ¡Pero qué hago! ¡Como si no fuera suficiente, busco la tortura del recuerdo! ¡Por qué me hace esto! ¿Qué hice yo a demás de amarla papel tras papel con mi arte? ¿Y ella?... ¿Ella me ama a mí o a mi arte que la refleja? Dudo. Me detengo. Hace un gesto de extrañeza, pregunta qué sucede, le digo su nombre como para encontrarla, sonríe temerosa, pregunta ¿Qué piensas Damián? No le respondo ¡Damián siente celos de su propia obra! ¡Qué mujer más peligrosa! La tomo por los hombros y la beso profundo, ella responde con gemidos ansiosos ¡Peligrosa! ¡Deberían advertirla en algún manual! ¡No! ¡En la Constitución!.. ¿Por si viene otro?... ¿Y si otro le regala versos que la hagan sentir más bella de lo que la hago sentir yo?.. ¿Olvidará a este mortal poeta? ¿Así de fácil?.. Ay, Dios, el pánico del mañana recorre mi espalda en un frío que conozco, que llega a los ojos, que nubla. Me siento sobre su ombligo o sus rodillas o su cara. Le hablo o le grito o lloro, no sé. Intenta irse, sabía que esto pasaría, pero no, no puedo dejar que se vaya ¡Me he despojado de todo recuerdo mundano por su divinidad! ¿Cómo viviré mañana con estos recuerdos si la posee otro? ¡Tendría que matarlo, y a todos los que vengan después! ¡Me volverá un asesino! No puedes dejarme ni olvidarme mujer ¡Pero sé que sucederá! ¡No puedes hacerme eso! ¡Puta ingrata! le grité, mientras mis manos retenían por el cuello su cuerpo inmóvil en mi cama y mis ojos se convertían en el último reflejo de los suyos.



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