viernes, 13 de agosto de 2010

Hija de puta


La Diana era la hija menor de la Elvira Muñoz o la Porteña como le decían en Vitacura... En las esquinas de Vitacura. La Diana siempre supo que su mamá era prostituta y no había problema con eso. Es que, a ver, la mamá de la Elvira Muñoz, también era prostituta y de las más conocidas de Valparaíso. Y como todos sabemos, las tradiciones ni se cuestionan y se respetan, entonces qué tanto.

La Diana creció más bien a la buena de Dios, porque sus dos hermanos mayores, hombres, gemelos, se metieron en la cocaína muy pendejos y a los quince ya no vivían con la Elvira, estaban en un internado del Sename o arrancando de ahí y así se lo llevaban. Así que a la Diana la crió la tele, la Eli de Caso, el José Miguel Viñuela, las cabras de la esquina, el vino en bolsa, la calle, los pitos, los cabros que le corrían mano, la tía de los completos y la inspectora del colegio, por nombrar.

A los catorce años quedó embarazada en una fiesta y no supo de quién. A los dieciséis se volvió a embarazar pero de su pololo, el Christián o Pinpoyo como le decían en la villa porque era bonito el cabro. A los veinte tuvieron al último, el Luis Felipe, que ahora tiene tres años y está llorando pidiendo un helado.

Es verano, viernes por la tarde. La Diana, el Pinpoyo y los tres niños están sentados en una banca al lado del Terminal Santiago esperando irse de vacaciones al Tabo, el bus sale en veinte minutos más.

- ¡Yaaaa poh maaami, un helao'!
- ¡Cállate Luis Felipe oh!... ¡Christián hace callar a tu hijo!
- Ya poh Luis Felipe, ¿ya te habló tu mamá o no? Si ya nos vamo' a irlo' ya

El pequeño Luis Felipe aburrido de llorar, se sentó en el suelo y se empezó a golpear la cabeza con sus puñitos. Su hermana mayor le dio un puro charchazo y ahí la cortó, pero seguía aburrido. Delante de él se cruzó una paloma, era blanca entera, bonita para ser paloma. El niño se levantó y comenzó a seguirla.

- ¡No tan lejos Luis Felipe!

El niño la siguió unos pasos más allá y después se entretuvo caminando y mirando todo, como hacen los niños y uno no sabe qué buscan, pero avanzan sin ningún miedo.

- Luis Felipe, ¡Oye! ¡Oye! ¡Te estoy mirando!

Luis Felipe se había alejado más de veinte metros y la gente que lo veía caminar solito levantaba la vista buscando culpables y encontraban a la mamá sentada por allá, gritando, pero sin moverse un metro.

- ¡Oye! ¡Cabro e' mierda! ¡ven pa' acá te dicen!

El niño volvió a ver a la paloma y corrió tras ella. Recién entonces Diana se levantó de la banca y corrió tras Luis Felipe que sin que nadie lo detuviera, avanzaba y y avanzaba, llegando a la Alameda. La gente... ay, la gente, al verlo ahí solito, en vez de atajarlo, levantó la mirada para encontrar al culpable o buscando que alguien hiciera algo que no sean ellos y en ese intertanto Luis Felipe fue alcanzado por la rueda de un motociclista, volando cinco metros por los aires, cayendo de cabeza, muriendo al instante, en plena Alameda.

En un segundo se le cortó la respiración a todos los presentes, luego vinieron los gritos, las exclamaciones, las manos tapándose la boca o agarrándose la cabeza. Un par de mujeres corrieron a buscar al niño. Cuando Diana llegó y vió al Luis Felipe tirado, cayó de rodillas al suelo y gritó tan desgarradoramente que todos entendieron que era la madre.

- ¡¡Mi hiiiijoooo!! ¡¡Mi hijitooooo!! ¡¡Por quéeeeeeee!!

Repetía llorando y tiritando hasta que una cachetada que le dio vuelta la cara la hizo callar. Diana levantó la vista y se encontró con una señora gorda de unos cincuenta años.

- ¡Cómo se te ocurre descuidar así a tu hijo! ¡Hija de puta!

Diana se paralizó y recordó a la Elvira yéndose a trabajar siempre a medianoche.






1 comentario:

Anónimo dijo...

buenisimo!!!!!