domingo, 8 de agosto de 2010

Brinda II


No hay nada que celebrar. Si tomo la copa y la garganta se aprieta, no hay brindis. Al menos alcancé a sonreír antes que la fortuna se mudara. Ahora, no hay nada que celebrar. La tristeza pesa sobre la calma, la rebalsa y la rompe. Nubla, agobia, tortura, no hay nada porqué celebrar. Me escucho decir no mientas nunca tu ánimo o jamás llegarás a conocerte, menos lo harán los demás que creyéndote otra persona, como podrían acertar el trato, lo cual ahora da lo mismo, estoy sola en el salón. Sin tener que excusar mis pensamientos, divago; la pena es bonita cuando es roja, como un velorio sincero. Amadores y amantes, las lágrimas combinan con los latidos, es el mismo maldito sentimiento, vivaz, vital, mortal. Así que, me retracto de estas líneas y vuelvo a tomar la copa que se llena de mí. Qué ilusa, en todo brindis se debe apretar la garganta, que más da la asfixia. Sí, hay algo que celebrar. La tristeza ésta es el reflejo cojo del amor, ese que algunos morirán sin haber conocido, por egoístas o cobardes o yo qué sé. De ese que he creído conocer tantas veces y frente a la duda, en todas ellas viví y me maté. Brindo porque me duele el alma y en su sollozo agónico me dice:

- Espera, resisto un poco más.
- Bella ingenua... Tonta intensa... Nos mataremos otra vez.
- Quizás, pero es que... ¿Viste que hoy brindas porque amaste, igual que ayer?
- Sí, y que mañana, y que el otro año, y qué puedo hacer; tú eres la que se enamora. Salud.


No hay comentarios: