viernes, 25 de septiembre de 2009

Carta a Dios

Estimado Señor Pulentosamente Omnisciente;

Me dijeron siempre en casa que antes de pedir, se agradece. Gracias. Aquí voy. No dudo de la perfección de tus obras, pero has puesto en nosotros la facultad divina de soñar, la voz para clamar y la constante inconformidad en esta esencia pecadora. Días como hoy en que las situaciones me sobrepasan no me sirve este cuerpo y mi ser está dañado. Quisiera... Otro par de ojos detrás de las cuencas para mirar siempre hacia dentro, antes que afuera. Una memoria que funcione para dejar de sentir que voy de paso. Cuatro oídos indepedientes entre sí para escuchar a todos los sabios, cantantes y músicos. Los pies torpes, sin pulgares y las rodillas reforzadas con hierro, para caerme más, avanzar y sufrir menos. El corazón con un filtro conectado al hemisferio izquierdo del cerebro, en su defecto, una alarma en caso de inconsecuencia o desastre inminente. Ser monumentalmente alta, respirar en el final de la estratosfera, que las nubes me acaricien las mejillas al avanzar y me nublen la mirada cuando aborrezca el mundo que hay abajo. Tener un par de alas majestuosas para largos vuelos, pero no haber nacido pájaro, ellos no aprecian la fortuna que les has dado. Que los pulmones me perdonen, que no guarden rencor y se regeneren. Lo mismo mi alma. Quiero tener en los labios su sabor favorito, para que si me besa no se vaya o por último me recuerde siempre.

No te pediré que salves mi alma, Visa me miente, todo se paga.

Sin otro particular, y esperando que alguien lo ampare a usted,
siempre y nunca suya...








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