lunes, 19 de marzo de 2012

La mujer increíble

Insondables todos. Nos creímos salvados. En el epicentro al mismo tiempo. Pero solo nos arrastró la ola hacia el mismo punto y luego había tantos otros. Naufragio a quemarropa. Mientras flotaba sobre el timón recuerdo que soñé con un sentimiento perfecto y cuando desperté seguí soñándolo. En un par de horas perdí el conocimiento y recuperé la conciencia. Ahora me estorba y el diagnóstico nocturno reza bruxismo cerebral. Estocada en la válvula y cojera de un ojo. Me palpo las costillas. Soy yo. Enflaqueciendo. Insomne. Soy yo: Nada más y poco menos que La mujer increíble. No hay quien no dudara de mi. Mi, una flor aplastada por su zapato. No miento, así es. Y esta noche: llueve petroleo y me desangro en una posa rosada, luego la epilepsia. Ustedes qué saben. Todos ustedes estando fuera de mí. No supongan. Se equivocan. Ocúpense de sí. Insondables todos y todo. Y así aposté el doble. La mujer increíble. Algo trama. Ella controla. Nadie puede tatuarse un círculo y no hablar el código. Lo vio en algún lado, seguro. Sí, claro. Seguro. Verán: Hay una clase de belleza que no ilumina; marea. Huele a algo conocido, pero opuesto a lo vulgar; a retorno dulce. Luego se esfuma dejando un halo de pregunta olvidada que era importante, casi crucial, incluso de respuesta. La memoria es frágil porque no se está quieta. Se acomoda bajo la piel y muta y hace mutar a quien. Sobrevivencia. Hay que resistir de algún modo la soledad de lo individuo. La soledad de que nadie entienda ni ame sin dudar de la intención. Como si no fueran insondables también. Y la mujer increiblemente sola no tramaba nada, pero nadie se lo tragó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hablas a traves del tiempo, sobre el, imparcial, lejano, despues completamente entrañable y onirico, y finalmente una cuchillada de realidad.

Noemí dijo...

y yo te amo, porque me entiendes todo y un billón de cosas más.