sábado, 10 de septiembre de 2011

La puerta perdida



Todo comenzó cuando se me perdió la puerta. Estaba junto con las llaves, pero no puedo recordar dónde. Luego las ventanas se rompieron. Supongo que de tanto mirarlas llorando. Y el Sol no quiso entrar más. Que no me reconocía, dijo. El mismo día mi cama se convirtió en sofá y el sofá en silla y la silla en madera.
De pronto, dormía en la copa de un peral.

Un día, durante la siesta, me robaron a mi hija. Nadie vio nada. Ni siquiera alguna vez a mi hija. Pero yo tenía una hija y me la robaron. Era tan pequeña, que tampoco la vi jamás, pero yo la tenía y me la robaron. Entonces no me bañé ni hablé más. Comencé a comer hongos a diario. Tecito de amapola al desayuno y pipazos de peyote por las noches. Al tiempo, no existía el tiempo. Ni siquiera las paredes. A falta de ellas, acostumbré a caminar sola por los callejones. A veces me acompañaban unos locos del puerto, me hablaban de cómo eran grandes en otro mundo.

Una tarde que olía por todas partes a cenizas,ya sin pelo ni piojos, fui a la peluquería, solo para molestar. Allí vi a un marino y a nada más, en toda la ciudad. Sin hablarme me dijo que me amaba, yo le dije que también y me subí a su barco.

Ahora, desde aquí, desde alta mar, me calma la Luna y con mi marino compartimos un cuerpo. No sé si es el suyo o el mío, pero cabemos justo. Ya no necesito mi casa destruida nunca más. Sin embargo, no olvido, que olvidé donde está mi puerta. Sé que está junto a las llaves, pero no puedo recordar en qué momento empecé a olvidar todo lo importante. Y la duda me acecha. Me susurra canciones que ya no me gustan, que conozco bien, para que las tararee luego y las siga oyendo, repitiendo.

Desde que la duda me acecha, guardo un alfiler entre los dientes, para pincharme la boca cuando canto sus canciones. A veces lo olvido y beso no más a mi marino. Corto sus labios, pincho su lengua y lloro. Luego lo curo y lo acaricio por la noche hasta que se duerme. Procuro no olvidar cada corte. Procuro no olvidar nada más. Y confío en algún día recordar dónde dejé la puerta y con las llaves puestas. Más encima.



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