domingo, 4 de septiembre de 2011


Ya no pensaba, no quería hacerlo más. Simplemente esperaba a que él llegara y ahí vería. Cómo pesa el no pensar, luego se piensa el doble, lamentaba. La noche anterior luego de hacer el amor se golpearon el uno al otro hasta que se durmieron, borrachos. En la mañana él no estaba, pero llamó por teléfono y acordaron juntarse a conversar. Solo eso se dijeron. Era primera vez que hacían algo así y era más que seguro que se plantearían si continuar o no. Se miraba las muñecas adoloridas, un par de uñas despegadas y resoplaba. Habían llegado demasiado lejos. Mientras esperaba, una mujer se le acercó

... Disculpa, una consulta ¿esta es la única salida del metro?
... No
... Ah - y caminó.

Pensaba que quizás no lo volvería a ver, que no llegaría a la cita y que estaba en el final de una historia, de una anécdota que jamás se atrevería a contar, porque los golpes no excitaron, dolieron y desahogaron auténtico rencor. Un dedo le tocó el hombro

... Señorita, ¿la llaman a usted?

Se dio vuelta, miró, era un hombre que no conocía.

...No

Se demoraba ¿o jamás llegaría? No quería pensar, pero tampoco que la interrumpieran en sus intentos de no-pensamientos, menos dos señoras que extrañamente se parecían entre sí, para hacerle preguntas estúpidas a las que contestaría con un "no"... Dos veces... Entonces pensó en el destino, en el azar, en los refranes, en los astros, en el día, en el año, en los números... Pero no supo qué pensar. Ya no pensaba.

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