lunes, 13 de septiembre de 2010

Médula



Tan irreal que se vuelve cierto
para los que viven soñando sucede
que los sentimientos viajan tan hondo,
se mezclan con la esencia y la vida,
o quizás tan alto, que se unen con el cosmos,
existiendo sin tiempo ni espacio.


Fui al doctor en la tarde a mostrarle mis radiografías. Hace tiempo debí haber ido, pero quería que tú me acompañaras. Para variar, me aburrí de esperarte. Pero sucede que cuando no estás conmigo, igual lo estás, así que digamos que fuimos. En la micro te conversé todo el camino sobre como fue esta semana que nos odiamos en silencio. Te conté del día que terminé llorando raja en la calle, de porqué terminé cortándome tanto el pelo y cómo fue que no pude soportar entender lo que significamos. Tú me contabas de los múltiples mensajes en la ventana que no te respondí, del día que fuiste a buscarme a mi universidad sin éxito y de la noche que pasaste de largo grabándome la última canción. Mientras te regañaba lo mal que me cayeron algunos de tus versos, marqué el piso 12 en el ascensor. Al ver en el reflejo metálico mis ojeras por tu culpa, no quise hablarte más, por un rato al menos. Ya con el doctor, ordenamos a los niños y a las niñas y lo escuchamos todos muy atentos. El veterano volteó la radiografía varias veces con cara de sorpresa y de no entender, hasta que por fin dijo:

- Señorita, creo que encontramos el problema a sus dolores y desordenes. Efectivamente hay una anormalidad aquí, hay... Usted me va a creer loco, pero es lo que estoy viendo y francamente no sé como explicarlo... Emm... No sé si usted lo ve, pero... Hay una silueta humana diminuta... Justo en el centro de su médula... Es más, me atrevería a decir que es como un niño... ¿Puede verlo usted? Está justo aquí.

A lo que le respondí:

- Uhmm... No... No doctor, no lo veo... Pero créame que lo oigo reír en este momento.


No hay comentarios: