Me costó, sí.
Pero ya entendí.
Lo dijiste muchas veces;
así no Niña, así no.
Pero el terco es terco,
bien lo sabes tú.
Cuando me cansé de odiarte,
sentí la profundidad,
más allá
de lo que dijimos e hicimos.
Dejé de subestimarnos
y nos encontré más solos que antes,
tristes para siempre como Inés.
Sólo entonces,
después de perder la paz por ti,
una y otra vez,
y recuperarla solo en ti,
una y otra vez,
me resigné
a lo que supe desde antes
del comienzo incluso.
Un paseo innecesario, dirás.
Igual que el tuyo, diré yo.
Sí, me costó, pero entendí.
O lo recordé, mas bien.
No tiene sentido discutir
porque no has venido hoy,
si vamos a tomar desayuno
en la misma mesa,
por el resto de las mañanas,
algún día.
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