No me equivoco desde que maté a la culpa, sin ella.
Libre de todo castigo y recompensa me hice libre
y asumí la gracia suprema de ser y de sentir.
Discipliné al pensamiento;
lo exfolié de supuestos baratos,
de caprichos livianos
y de límites, todos.
No me equivoco porque ya no hay errores;
hay umbrales, pasillos y ventanas.
No me equivoco si no busco nada
más que mi Verdad;
vivo en ella
y ella en mí.
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