sábado, 6 de noviembre de 2010

A Noemí Miranda no le gusta esto


- ¡Aqui'toy!- se oye de pronto desde debajo de la mesa.

- ¡Ahí estás! ¡Qué haces escondida en esta cueva, Valentina! ¿Qué hay aquí?

- Una cebba

- ¡Una cebra! ¿Y qué está haciendo la cebra?

- ¡Comiendo patto!

- ¡Oh, qué linda cueva! ¡Y qué más hay!

- ¡Chocodates!


No tengo facebook. No me llama la atención curiosear en la vida de nadie, ni siquiera en la de mis amigos, digo, se supone que para eso se tiene, creo. No sé bien cual es la motivación de los que lo tienen en realidad (aclaro que si tuve cuando empezó fue por razones profesionales-publicísticas). No me interesa en absoluto lo que quieran mostrar que son; si son mis amigos, los conozco bien y si no lo son, me dan lo mismo. Y es que no hay forma de que me interese el plasmar la realidad, ordinaria, común y vacía. No hay forma si ésta no es transformada en algo más, que tenga más vida que la vida. Lo peor es que, esa realidad que muestran de si, tampoco es natural. Peor aún es, que hay quienes ni de frente son naturales. Me cansa enormemente ese juego de egos de la gente adulta. Por eso me enamoro de los niños. Son como son, sienten real y tienen mundos propios que regalan con gracia. Los admiro y respeto como a los sabios. Cada vez que me emocionan pido a mi estrella que me guíe bien, pero no adultecerme nunca. No hay nada más bonito que la imaginación y el arte pura del alma.

Agradezco a mi primo por haber traído al mundo, y hoy a mi casa, a la gran Valentina y su cebra comiendo pasto. Eso vale la pena y todo mi tiempo. Hay muchas cosas que sí valen la pena y todo el tiempo. Cierra el puto facebook ya (Tote King).




1 comentario:

Anónimo dijo...

:D
Niños: que sin miedos dan la mano a desconocidos, confían, entregan sonrisas, y protegen con su llanto y gracia, tesoros de papel y éter...