martes, 2 de noviembre de 2010

Las cinco


Las cinco de la madrugada aparece tras la cordillera como un manto flojo translúcido con luz blanca que avanza por la cuenca y la cubre de comienzo de final del silencio. No sé si sentir que llego o que me voy cuando los pájaros silban el velorio de la noche, avisando el inminente reinado de suertes y rayos. Las cinco de la madrugada tiene una belleza rara que no se opaca con los astros y luce sombras nocturnas en los rostros de papel. La tinta esculpe la existencia de este limbo, sino, pasará como cualquier hora perdida en ese despilfarro de inconsciencia llamado sueño. Las cinco de la madrugada las conozco tanto ya. Es la hora donde existo desde que conocí al hombre viento que habita siempre en las cinco de la madrugada.

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