martes, 20 de julio de 2010

Alarma


Cuando despierto, lo primero que sucede es que se quiebra el mundo. ¡Cómo no va a ser brígido y terrible despertar mamá! El mundo atraviesa mis pestañas y muere en las puntas. Reconozco la realidad en las sábanas, igual de verdes que antes de dormir, entonces pienso en lo absurdo que era el mundo dentro de mi sueño y lo normal que me parecía todo dentro de él. Por minutos o quizás horas viví en una dimensión que no existe, con personas inconexas y diálogos inconducentes, creyendo que eso era la vida ¡y va y se quiebra en un abrir de ojos! Me doy risa cuando sopeso el tamaño engaño en el que caigo por inconsciente. Extraño truco, ¿qué pretende? ¿Será precisamente la finalidad de soñar el de desconectarse de lo cierto? ¿Se volvería loco uno más pronto si no soñase? Entonces me desconcierto. Es muy temprano para perderse. Tardo minutos, a veces horas en recobrar el ritmo. Ruego que nadie me hable durante el trance. No logro acostumbrarme a que se quiebre el mundo tan ligero de sí cada mañana, todas las mañanas. Se va, para siempre, dejando una sensación de fin sin principio, abro los ojos y éste mundo, es igual de absurdo, y me sigue pareciendo normal estar dentro de él y sus sábanas verdes ¡¿y cuándo se quiebre éste?!.. Quizás es mejor no moverse. La calma es buena profesora. Es así como no logro llegar a tiempo a ningún lugar, tumbada en mi cama, esperando salir de ella cuando me descuide de las paranoias matutinas.

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