domingo, 25 de julio de 2010

Hija única


No sé cuidar nada.
Pero lo intenté.
Compré una planta.
Tenía nueve hojas.
La regué.
Le compré otro macetero.
La puse en mi velador.
Le busqué un nombre.
No lo encontré.
Luego lo olvidé.
La olvidé a ella también.
Se debilitó.
Mamá vino y la regó.
Revivió.
Pasaron días o semanas.
La volví a olvidar.
Perdió una hoja.
Se quemó de frío o no sé.
Se moría toda.
La regué.
Tiene ocho hojas ahora.
Menos mal que los perros no pierden patas.
Ni yo dedos.
No es personal.
No sé cuidar nada.


1 comentario:

Anónimo dijo...

a mí me paso lo mismo
pero con una menta .-