miércoles, 21 de julio de 2010

Karma


Le sacó la lanza de la espalda y se lo echó al hombro. Comenzó a caminar por entre la selva amazónica sin luna. Era la noche ideal para esconder un cadáver. El hombre avanzaba a tientas. De pronto, pisó lo que creyó un tronco, más era la pata de un enorme cocodrilo quien abatiendo su cola lo hizo caer con muerto y todo de bruces al suelo. El animal se abalanzó sobre el hombre y abriendo su hocico le engulló las dos piernas. En cinco minutos el hombre dejó de respirar al lado de su víctima. Al otro lado se sentó su alma y dijo ¡Ironía de vida! ¡Asco de vida! ¡Me han matado, así de fácil y cobardemente! ¡A mí! Replicó muchas veces, hasta que cansado, se durmió. Cuando despertó, vio el cielo celeste y hermosas nubes. Creyó estar en el paraíso. Fue entonces cuando se desprendió del cordel del tendedero y voló, como mosca que ahora era. Quiso gritar, pero sólo emitió tsetseos. Su nuevo instinto lo hizo volar hacia una bolsa de basura. Se alimentó de restos de mermelada y caca. De pronto, vio a un humano acercarse. Pensó que quizás podría explicarle lo que sucedía y revoloteó a su alrededor tratando de comunicarse, pero sólo lograba volar más y más rápido. El humano tomó un paño y golpeó al insecto contra la pared. Cayó al suelo aturdido. En dos minutos más no se volvió a mover. El alma sobrevoló su reciente cuerpo diciendo ¿Es una broma? ¡Esto sí que es un asco de vida! ¡Y me han matado aún más fácil! ¡Una vergüenza! ¡Que se detenga ya! ¡No quiero otra vida! Voló en círculos un rato más y se durmió. Cuando despertó estaba otra vez en la selva amazónica. Creyó haber despertado de una pesadilla y buscó al muerto con la mirada. No lo veía por ni una parte. Quiso caminar, sin embargo saltó diez centímetros más adelante y luego otros diez más. Miró sus manos, tenían cuatro dedos amarillos cada una. Quiso gritar y sólo consiguió croar. Asustado, saltó y saltó hasta que se encontró con un grupo de insectos que huyeron al verlo. Se apresuró a alcanzarlos para buscar respuestas. Sin dominar aún su anfibio cuerpo, cayó sobre un escarabajo que comenzó a convulsionar hasta quedar inmóvil ¿Y ahora qué? ¡Soy una rana venenosa! ¡Ahora cómo he de morir! ¡No quiero ésta vida! ¡Quiero morir ya, que venga un hombre y me mate! Terminó de pensar eso y lo atravesó una lanza por la espalda.


(Adaptación final de "Mosqueando")

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