lunes, 15 de marzo de 2010

Mirándome la nariz noto lo lejano de los pies

Me gusta que no me quieras por bonita, suponiendo que lo parezco. Una vez alguien me quiso así y hoy puedo aseverar que nunca supo quién era yo. Debí darme cuenta cuando me presentaba a otros, cuando buscaba entre la gente miradas hacia mí tratando de afirmar su escuálida autoestima, cuando se alegraba con el asombro de sus amigos por mi compañía. En el momento que fue testigo de un poco de mi caos ya no le parecí tan bonita. Hoy él está con una bonita, lejos, muy lejos de lo que yo creo ser y entiendo que él nunca necesitó ni necesitará mucho más que eso. Lo cual no está mal, pero cualquiera podría, hay muchas. Y como he dicho siempre, no hay mérito alguno en parecer bonita. Siempre intenté que él me leyera o escribiera, buscando un nexo. Debí darme cuenta que no teníamos nada que hacer juntos cuando hacía notar sin querer que no le interesaban mis asuntos. Pero podía soportarlo, yo lo quería mucho, aunque nunca supe bien porqué. Le hecho la culpa a mi juventud. Él me creía inteligente, y eso le complicaba más que gustaba. En cambio tú, no me quieres por bonita, ni siquiera recuerdas la vez que nos presentaron, nada en mí te interesó en ese saludo y me gustó que así fuera. Te tomaste el tiempo de intrusearme y preguntarme desde lo muy importante a lo tan absurdo. Hoy, después de millones de respuestas, me quieres por todas esas cosas que no se irán de mí, por lo que soy y puedo ser, por los actos atrevidos e inéditos, por las maneras particulares, por los mundos que invento, por todo lo intangible que te hace reaccionar, por la sorpresa que vine a ser, por todo lo humano que te hace compañía, por la motivación que te significo, por todo eso en lo que sí tengo mérito. Y por si fuera poco, sé que te parezco bonita y no necesito que me lo digas.


-Nunca me dejas halagarte -dijiste demostrando que me conoces. Cerca, muy cerca.



María Antonieta.

No hay comentarios: