martes, 9 de marzo de 2010

Soneto II

Una noche soñé ambiciosa;
imaginé un encanto infinito,
una herida con dolor bonito,
y una tormenta no furiosa.

Con tal fuerza lo soñé que la ambición,
por discípula tan pura me instó,
a buscar en madrugadas, insistió,
que la noche es barata ilusión.

El sol a ciegos débiles calienta,
yo me quemé al hallar en el alba,
al encanto, herida y tormenta.
.
Y pasó que el hallazgo se tienta,
pero se escabulló con sabia calma,
hasta necesitar mi paz violenta.



María Antonieta Nadales.

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